Meditando con el Taj Majal

Agra, India

Llegamos a la ciudad de Agra, casa del Taj Majal. Pasamos por un gentío con largas filas y chequeos de seguridad y llegamos a un portal gigante, casi un templo en sí mismo. Alguien dice que hay uno de esos en cada entrada, y que los hicieron solo para que uno no pudiera verlo de cerca hasta pasar por ellas, solo para taparlo. El efecto al atravesarlo es simplemente espectacular. Sentado como una perla en medio de los 16 jardines que lo rodean esta maravilla parece brillar con luz propia, es algo único en este mundo. Nunca en mi vida he visto ningún edificio ni parecido. Una joya de la imaginación plasmada en este mundo, en el mármol más preciado, cristalizado y translúcido.

Al acercarse uno se empieza a dar cuenta de su verdadero tamaño, es gigante. Descalzándome siento el mármol más liso bajo las plantas de mis pies. Los detalles adentro son todavía más espectaculares, piedras preciosas y semipreciosas embebidas en el mármol a la perfección, todo hecho a mano. La acústica invita a cantar y su diseño lleva estos cantos hacia afuera para que todo el mundo alrededor pueda escuchar. Los símbolos de ataúdes en el centro me recuerdan que quien construyó (o más bien mandó a construir) esto y su esposa han pasado a otro paraíso.

Salgo y siguiendo el consejo de un amigo me voy a buscar un lugar tranquilo para admirar a la distancia. Me siento en una banca a la sombra de un árbol y respiro el momento con una vista perfecta del Taj, enmarcado en verdes hojas del árbol que me da sombra y el inmaculado pasto de sus jardines prohibidos.

Horas después encuentro un lugar perfecto para practicar yoga con una vista increíble del Taj.  Es el techo de un restaurante y hotel donde nos estamos quedando. No me toma mucho tiempo romper el cuadrado de la mente y acomodo el mat en diagonal con respecto al edificio para quedar con mi drishti (mirada) hacia la representación del paraíso en la tierra.

Me asusta por un instante el llamado a oración de las mezquitas todo alrededor, pero me calmo viendo el vuelo de los papalotes. Me asomo por el borde y veo que son los niños quienes conquistan los cielos desde las azoteas.

Disfruto de una práctica tremenda durante la cual veo la puesta del sol y aprovecho una meditación enfocada en el Taj al final. Quedo totalmente hipnotizado. En ese momento me doy cuenta que no tengo nada más que hacer, ningún lugar a donde ir, puedo enfocar toda mi atención en este momento y ver cómo se oscurece este suspiro de mármol conforme cae la noche sobre India.

Nada mejor que hacer que vivir este momento, y siempre es este momento.