Notas

En un potrero, Colombia

Aquí sentado en la montaña en las afueras de Salento estoy tomándome un café y comiendo panela… Tengo un montón de notas por todo lado que ni yo entiendo. Tal vez algún día las descifre, o quizás lo hagan ustedes. Capaz que las iremos descifrando juntos… No hay nada de que preocuparse.

Rain brings the night

Termalito, Colombian Andes

I finish cooking the soup on Doña Gloriás’ fire stove and sit on the only chair there is, the first one I’ve seen in seven days, with the chickens on the opposite side of the table, on the table. I add some fresh cheese to my meal. Reading while the soup cools down I first hear and then see the downpour on the forest, then it stops and the clouds come down dressed as fog and inadvertently smooth the transition from day into night.

I put down Steinbeck and raise my eyes to see the heavens have come down and the stars, now mobile, make new twinkling constellations each passing second, fireflies, fireflies like I’ve never seen before. I can see this because I read using the red light of my headlamp, saving batteries and not blinding myself to my surroundings. I come back up to camp and see the field spangled with tents, lights moving around inside, different colored tents, yellow and grey, unsuccesful bonfires litter the site, they set plastics over the tents.

Now that the rain has stopped, music comes from one side and laughter from the “hot” springs in which I got too cold in the afternoon. These are not the nature loving mountain campers I was with a couple of nights ago in the high mountain “paramo,” these, are true gypsies…

My tent marks the edge of camp. Past it the dense jungle presses up against the massive vertical rock face, almost scaling it, as if wanting to get closer to its life-source, which starts at the very top as a waterfall and then turns into mist as it plunges into the abyss.

I eat a chocolate and slap the sticker that comes with it onto the thermos, the common owl. The rain comes back, or better-said, new rain falls, and I gladly withdraw into my wild peppermint scented tent. Good night

Espantando gatos

«Vea hermano. Si usté quiere que ese gato no vuelva es muy fácil. Espérelo a que se suba ay y reviéntele una pólvora o amárrele una bolsa en la cola pa que vea que ese gato no vuelve.»

Machuk

Le Virgile

Capurganá, Caribe Colombiano

Sentado tomando café y comiéndome un ladrillo de jalea de guayaba veo el velero que no me va a llevar. Le Virgile.

Fue lo primero que vi cuando llegué aquí. Por su nombre me imagino que es francés. Unos dicen que lleva meses anclado ahí, otros aseguran que ayer no estaba y que tiene que haber llegado en la noche… Como siempre en Sudamérica, todos responden con seguridad pero realmente nadie sabe nada. Creo que ya se me debe haber pegado un poco porque si alguien me preguntara por el velero ahora, probablemente aseguraría que es francés.

No sé si es casualidad que cuando me siento a ver el atardecer lo tengo justo enfrente, pero lo dudo. Anclado, cubierta desierta y velas bien enroscadas parece querer decirme que no irá a ningún lugar pronto, que esperará el momento adecuado y que yo debería hacer lo mismo. Que ahora debo regresar a casa, a ver a mi familia, a mis amigos.

Normalmente el sonido de las olas es un placer rítmico y suave que podría apaciguar a la bestia más salvaje, pero en este momento las olas se estrellan contra las rocas con una urgencia que no me deja descansar. Debo seguir mi camino y alcanzarme a mí mismo. Alcanzar a esa parte de mí que ya está en la casa hace rato y que me atormenta mostrándome improbables similitudes entre los lugares que veo por primera vez y los que he conocido toda mi vida, haciéndolos verse imposiblemente familiares.

Una próxima aventura queda, por ahora, anclada.

Early morning

Outskirts of Salento, Colombia

I awake to the grumblings of the coffeemaker coming from the small kitchen. It’s cold and still pretty dark. I sit on the edge of the bed and as I pull on my sweater, remember that I’m working in the fields now, in exchange for a bed in which I must sleep diagonally and still my feet dangle off the side and end of it.

But it’s not for the bed that I’m here. I’m here because I want a taste of this life so different from what I’m used to, or used to be used to, I don’t even know anymore.

I get to the kitchen and Alejo the artisan is frying some eggs with arepas on the side. I salt it and eat standing up.  I step outside into the crisp mountain air to enjoy my coffee as I look at the mountains in the distance.

Wheelbarrow and shovel in front of me I go out into the misty fields. I remove the thick electric wire that keeps the cattle in or out, close it behind me and check to see if there’s any dung close by. I can see the dew on the blades of grass and the insects taking to flight as they greet the day, unknowing of the flycatcher that sits up on a fencepost, casually glancing over his flying breakfast menu.

It is not long before I see a break in the grass horizon. I head towards it and find a great fresh pie. I carefully clear the grass around it, using the back of the shovel like Alejo showed me. I want to get this one clean. Placing the shovel in front of it, I gently press down the grass to get under and slide in to get it in one quick motion. No breaks or cracks in it, now it’s riding shovel and the yellowing grass underneath it is revealed. And it looks thankful. I take a fraction of a second to admire its wholeness and then toss it in the wheelbarrow. I lift my gaze and lumber on, dragging everything behind me.

Cocinando con Chico

San Agustín, Colombia

Magia

Entro a la cocina un ingeniero. Saco todo de las bolsas y hago un inventario de lo que tengo, para ver que me tengo que comer antes de que se ponga malo.

En el fondo de la bolsa negra encuentro un plátano tan negro y tan perfectamente camuflado que pasó totalmente inadvertido en mi revisión de ayer, en la que me aseguré de usar el último maduro para hacer un arroz a la cubana, haciéndose pasar por parte de la misma bolsa en la que se escondía. Encuentro una de las sopas instantáneas (para emergencias o vagabunderdías) perforada, un muerto. Encuentro el jengibre que dimos por perdido después de dos días de búsqueda intensiva en Mocoa (tal vez fueron dos búsquedas semi-intensivas de con suerte un minuto cada una), viajó como polizón para poder conocer San Agustín, alto viaje para un jengibre olvidado. Encuentro un par de huevos que tampoco creía que tenía y la señora que está lavando un plato no puede sino soltar una risa al oírme exclamar: Huevos! Me da risa al verlos ahora y acordarme mientras escribo esto.

Tengo demasiada hambre, no sé si voy a poder cocinar o tener que comer crudo. Entra Paola y me pregunta si quiero sopa. Claaaaaro! Está deliciosa y mantendrá al jaguar en la puerta. Mientras me mando la sopa me transformo.

Entro a un nuevo mundo donde reinan los colores, los olores y los sabores. Me convierto en un mago, un alquimista que prepara pociones y se las administra a sí mismo. Pongo a hervir el agua para el café mientras me termino la sopa. Apago el fuego y agrego una cucharada copetona y media de café colombiano al agua que hervía hace escasos segundos. El aroma invade mi sentido del olfato, casi abrumándolo y el café del agua es el café de mis ojos, un momento de reflejo de café en café en el café.

Lo paso por la media y lleno mi taza y un sobrante/premio adicional que me doy para tomarmelo antes de tomarme la verdadera taza. Siempre queriendo un poco más de todo…

Crujen las remolachas, las zanahorias y tres papas piedra bajo uno de los dos filosos cuchillos de la cocina de Paola, o filudos, como diría ella, el grande. Pongo la olla a calentar con un poco de aceite, es estilo Wok y no se le pega nada, Paola seguro la tiene hechizada porque no se puede usar con nada de metal, ni siquiera para lavarla, solo con su espatulita de madera de «condimentos el rey» y su esponja súper suave puede tener contacto. Pero a mí me la presta. Los colores dentro de la olla metálica son impresionantes, la simplicidad y contraste entre la papa, la zanahoria y el rábano es impactante. Gracias al team eat por mostrarme una de las puertas de entrada a este mundo. Los pongo dentro del Wok y los lanzó al aire con un ágil movimiento de la muñeca que no sabia que tenía, solo pierdo un pedazo de papa que cae al piso, lo pienso pero la boto al basurero.

Voy moviendo el wok mientras corto tres chiles dulces de los rojos de los cuales al final se puede usar solo uno, la bestia muerde un chile, lo mastica un poco y lo escupe por la ventana, una cebolla mutante que parece ser cruzada con ajo gigante (yo nunca había visto nada parecido, de las moradas), le pongo un poco de las especias que dejó Cassandra (chicken), pimienta y lo muevo, corto también un ajo y medio, pero uno de los ajos parece como que lo envolvió una araña y hay que pelarlo hasta que sale un pequeñísimo diente dentro de cada diente que no es sedoso de su interior y finalmente se puede usar, le tiro un poco de orégano y lo muevo, la mitad del ajo y lo muevo, está bastante quemado lo que estaba abajo, parece, creo que duré mucho cortando el ajo, puta envoltura de telaraña esa, tendrá ajo agregado ahora para que quede tostadito y ajo justo antes de sacarlo del fuego, con todo su poder, le pongo la cebolla y el chile dulce y lo muevo, corto un poco del jengibre perdido y hago una prueba de aroma, regulo el fuego de los frijoles, manteniéndolos a máximo hervor sin que se salga el agua, hago una prueba de los vegetales, control de calidad normal, pero la bestia dentro de mí se da cuenta que ya está comible, delicioso de hecho, y empieza a luchar con el chef, quien no se conformará con nada por debajo de su máxima expresión, lucha contra la bestia mientras este le roba descaradamente de sus creaciones bajo sus narices, y así sigo como un medio bestia al mando, uno agrega el ajo y el jengibre y después un poco de sal, el aceite vuela con sus compañeros y vuelve a caer en su lugar al revolver los contenidos, cualquier cosa que caiga afuera la bestia la ingiere con uso de mano o tenedor, pasa todo a la otra olla para hacer el maduro, baja el fuego a los frijoles, corto el maduro en nueve partes y  lo pongo al mismo fuego, vuelan por los aires como acróbatas en cámara lenta hasta que quedan todos viendo para arriba, el chef deja a la bestia comer la mitad antes de retomar las riendas y le da vuelta a los maduros pero no quieren caer todos del mismo lado y no hay mucho tiempo, dos veces logra todos menos uno y cede, usa la espátula, otro café está listo, pequeña prueba, corto el plátano y lo mezclo con los vegetales, todo excepto dos pedazos para comer con azúcar de postre, la bestia arrasa con todo y le ahorra al chef decidir si vale la pena ponerle unos frijoles porque ya no hay nada, igual, cree que hubiera sido un pecado, veo la taza del segúndo? café vacía al lado de la ollita con la media colgando hacia adentro de su borde y no me acuerdo habérmelo tomado, pero estaba seguro, ahora ya no estoy seguro, voy a hacer otro, agarro azúcar con la mano y baño los maduros del postre, la mano de la bestia, se los devora.