Buscando tigres

Ranthambore, India

A las cuatro y media de la mañana veo mi Casio y sé que no voy a poder dormir más, no cuando podría haber tigres por delante. Me levanto silenciosamente para no despertar a Quique, mi peruano compañero de cuarto, y salgo de la habitación. Afuera brillan las estrellas y está caliente, perfecto para mí pero fresco para India en esta época (tal vez unos 30 grados Celsius). Hago un saludo al sol en compañía de las estrellas y regreso a ponerme una camisa y asegurarme que tengo todo listo.

En uno de los patios internos desayuno un delicioso té masala y unas galletitas. Perfecto para recibir el amanecer. Los gritos de un martín pescador en el más alto domo del techo me llaman a saludar el día y calibrar los binóculos. El turquesa de su espalda es asombroso.

Después de lo que se siente como una muy larga espera nos avisan que ya es hora, hora de ir a buscar tigres. Nos dijeron que los chances de verlos son de 10% a 15% pero mi ilusión es infinita. Llegan esos viejos camiones de safari, abiertos, sin trompa y con el conductor del lado derecho. Pregunto si se puede y me dan permiso de subirme en el asiento del copiloto. Otro compa se sienta a mi lado en el centro. El resto se monta atrás, el guía justo a mi espalda, es un veterano Sikh con largos bigotes y barba enrroscada, y unos ojos penetrantes. Nunca se sienta, va siempre al acecho del tigre y los avistamientos de vida salvaje. 

Salimos de nuestro palacio por las polvorientas calles de tierra hasta llegar a la entrada del parque, demarcado por un pequeño muro de piedra que un tigre se podría saltar con los ojos cerrados. El paisaje es espectacular, seco, casi todos los árboles han perdido todas sus hojas y la tierra roja está polvorienta. El monte largo y seco ha perdido cualquier rastro de verde y aunque el sol apenas se empieza a asomar, ya se siente caliente. A pesar de todo este aparente desierto nos aseguran que todo aquí se pone verde y repleto de jungla con las primeras lluvias del monzón, durante los meses de julio y agosto.

Pasamos por un portal inmenso en ruinas, en una especie de cañón en la montaña por donde quisiera decir que baja un poquito de agua, pero realmente lo que hay es un poco de agua estancada, rodeada de vida.  Un poco más adentro vemos unos monos sentados tranquilos en el suelo viéndonos pasar. Pájaros cafés con negro y blanco llegan a inspeccionarnos sin ningún temor y hasta se sientan en el borde del parabrisas. Vemos venados de puntos blancos con inmensas cornamentas que nuestro guía nos cuenta botan cada año, y las crecen de nuevo en la época del monsoon, justo antes de la época de apareamiento. Vemos otros venados sin manchas, todos cafés, inmensos. ‘’Estos son la comida favorita del tigre, le encantan!” exclama nuestro guía mientras el conductor asiente la cabeza con el típico ruedo hindú.

En un estanque natural vemos todo tipo de pájaros, incluyendo una vez más el increíble turquesa del martín pescador hindú, cormoranes, cola e tijera negros y hasta un cocodrilo descansando cerca de la orilla, con la cabeza y los picos de la cola saliéndole del agua.

Seguimos pasando al lado de acantilados de piedra rojiza y pastizales secos, paisajes increíbles con o sin tigres. En ese momento empiezo a entender que en la vida no siempre se ve el tigre, pero hay muchas otras cosas que ver, cuando entonces, veo hacia el lado derecho en el pastizal donde viene subiendo el tigre! Inmediatamente apunto y digo “tigre” o baagh, en hindi. El guía da la orden y apagan el vehículo de inmediato. Me levanto y veo donde va subiendo el tigre en el montazal, casi invisible.  Seguimos un poco para toparlo y sale justo al lado de nosotros. Nos ve un momento y sigue su camino con una paz animal. Camina al lado del carro y al verle los gϋevos el guía confirma y nos cuenta que es un macho grande, lo cual es bastante raro de ver. Somos suertudos. Unos metros frente a nosotros decide cruzar la calle de tierra y nos permite ver su magnificencia en todo su esplendor, con el contraste de la roja tierra nos deja ver su verdadera forma de tigre. Para por un momento para volvernos a ver y se cumple mi sueño de verlo a los ojos, esos ojos amarillos. Levanta el rabo y se ve casi bravo por un instante antes de agarrar para la derecha y seguir caminando por la calle con la paz absoluta de un tigre en la India, de quién camina tranquilo, por su propia casa. Se mete en la maleza y una vez más se mezcla con la naturaleza, moviéndose como un espíritu sin bordes definidos entre el monte, como lo haría una niebla, el tigre desaparece…

 

 

Soñando con tigres

Ranthambore, India

Me encuentro a mí mismo en India. Poco sé de cómo llegué aquí. No sé si mi esfuerzo me trajo o si todo esto pasó por sí solo.

Por fuera estoy sentado en un escritorio de madera iluminado por una lámpara con cuerpo de bronce y una sombra verde, por dentro, estoy volando. Escribiendo el sueño, viviendo el sueño, y siendo el sueño.

Mañana nos vamos a levantar de madrugada para ir al parque nacional a buscar tigres. Así es, vamos en un safari a buscar tigres. Tigres de verdad. De esos que de vez en cuando se salen del parque y comen ganado y hasta a veces gente. Esos majestuosos tigres inmensos que solo puedo imaginarme hoy, tendré la oportunidad de ver mañana. Aquí estoy con el punto rojo en la frente y me voy a dormir temprano y contento porque no importa lo que encontremos, vamos a estar en la presencia de naturaleza en una de sus manifestaciones más increíbles. Veamos o no los tigres, esto es increíble. Llevo todo preparado, osea, voy a llevar los binóculos. A ver si veo un tigre a los ojos. A ver que veo en el tigre, y que ve él en mí?

Que rujan los tigres y que corran y que brinquen y que meneen el rabo. A celebrar la vida. Pura vida.

Namasté tigres.