Al borde del abismo

***Este es un extracto de un viaje en el que me fui en el Jr. María (Camper de 1981) persiguiendo un fuerte oleaje glorioso a la costa dorada de Guanacaste. Buscaba surfear y relajarme, pero encontraría que cada cuento de hadas tiene su monstruo, cada día su noche, y cada sueño su despertar.***

Un viento de lado sopla furioso y no se detiene. Es tan fuerte que no puedo ni leer afuera, me saca toda la energía, y ni hablar de la olas; las tiene destrozadas. Poco a poco voy viendo como la costa es también un ambiente hostil aparte de un paraíso…

Aquí pegan de frente todas las furias de las tormentas marinas. Las olas revientan cada vez más cerca como si se quisieran del mar escapar. Blanco y espumoso el fiero hocico de un océano rabioso llega a la puerta de la casa, y ahora el viento se le une y solo falta la lluvia y es tempestad. Las hojas de las palmeras suenan sin parar, caen las pipas como meteoritos y gigantes hojas de palmeras vuelven a la tierra con tremendo estruendo. Un panal se menea y un pueblo entero de avispas se aferra por la vida. El pasto y el churristate ya no bailan sino que se doblan y se les dan vuelta las hojas como queriendo arrancárselas el viento. Hasta le arranca pedazos a las olas y la espuma gruesa y blanca vuela como nieve en un lo que los gringos llamarían un blizzard. Las banderitas de oración, esas sí que gozan sin parar, les encanta el viento, pero veo que incluso ellas se empiezan a enredar. 

Nubes, nubes vuelan sobre el mar. El esqueleto del almendro de playa se sacude y parece que en cualquier momento se puede desarmar, ¿quién sabe cuánto más pueda aguantar, antes de a la tierra y al aire regresar? Pero noto algo que no había visto; nuevos brotes en su base, verdes hojas tiernas siembran una tierna esperanza adonde antes parecía no haber nada más que desolación. Liberar mi atención y dejar de pensar solo en surfear me devuelve la sonrisa y me dedico a observar, vivir y documentar, escribir y con la mano y la pluma crear.

Las flores amarillas se cerraron y hechas una bolita protegen sus pétalos del vendaval y dan refugio a cualquier insecto que haya previsto esta tormenta.

Dejo de pensar en surfear y querer que pare el viento, abandono esa lucha inútil en contra de los elementos y me entrego una vez más a la vida, a la verdad. Dejo de pelear con lo que es y disfruto la experiencia, o al menos trato de vivirla plenamente, sin negarla ni bloquearla, la abrazo, porque esta es la realidad. El mar se tiñe café y amarillento por los ríos y la tierra que ayer de las montañas bajó huyendo.

El sol empieza a abrir una ventana quemando las nubes para dejarse ver y reclama su lugar en una breve aparición de medio día en la que baña todo de esperanza.

Increíble como un solo rayo de luz es capaz de disipar un mundo de oscuridad...

Pero igual de rápido se vuelve a oscurecer, pronto llega la noche y el sol está indudablemente del otro lado del mundo. Pareciera que no hay nada que hacer más que hacerle frente a esta inmensa oscuridad, cuando en eso se empieza a ver una fría luz que ilumina la amenaza de la marea creciente.

Hoy la luna está llena, y las blancas espumas de las olas siguen subiendo por una mínima franja negra que queda de arena… ¿Será, que se va a salir el mar?


Extraído de Diarios del Carrocasa, vivido tal cual el 21 de agosto del año 2021

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